Aquel que pensaba que fue mi primer gran amor me encontró a los 14 años.
Hoy, mirando hacia el pasado, reconozco que en ese instante pensaba que nunca más amaría a nadie de la misma forma. Sin embargo, con el paso del tiempo, podría decir que me he enamorado profundamente otras veces más.
Próxima a cumplir 54 años, me doy cuenta que existe un amor con el que nos hacemos correspondientes en un momento determinado de nuestras vidas, en el que la forma de vivirlo, cambia de acuerdo a la edad y a la capacidad que hemos tenido de comprender sin culpas y sin culpables.
Viví en carne propia el sufrimiento de una relación cuando se termina, he verificado que no siempre debimos hacer algo malo para que todo se agotara; así fue como verifiqué que una relación puede cambiar sin que necesariamente haya sucedido algo extremadamente grave entre la pareja.
Todo lo que he vivido me ha ayudado a comprender que el amor es uno y que los sentimientos son los que cambian, que podemos amar a alguien eternamente así los sentimientos no sean los mismos, que, aunque nos cueste comprender, las relaciones se pueden transformar y esa transformación implica una aceptación total de lo que sucede.
Aquí no hay malos ni víctimas, simplemente nos falta información para aprender a construir relaciones de amor.
Amar es más fácil de lo que nos enseñaron y es por eso que ya no creo en los amores donde hay que sufrir, no le apuesto a los amores llenos de sacrificios y tampoco creo en la ridiculez que nos vende el amor como un reto.
Ya verifiqué que, para ser correspondiente con una relación de amor, debo trabajar en mí, todo aquello del ser que deseo encontrar, se llama “ley de correspondencia”. De hecho, tengo muy claro que si no fluye ahí no es Y YA.
No me crean, ¡VERIFIQUEN!
Gloria Arroyave B.